domingo, 19 de junio de 2016

Brillar

Y es que
Cuando la mirada sentía que no necesitaba nada más. Que me daba igual los problemas de mi cabeza que la noche anterior no me habían dejado dormir. Sentía que no era consciente de lo que pasaba a mi alrededor, que me daba absolutamente igual mientras ella no me apartara la mirada. Sabía que era especial, que ese hormigueo en el estómago no era amistad, y que se me encogieran los dedos de los pies como sistema de nervios tampoco, recuerdo, que había algo que no podía controlar, -y me causaba una rabia inmensa no poder controlarlo prácticamente todo-, pero prometo, que me era imposible no sonreír si ella me estaba mirando, por más que mi cabeza dijera "no la mires, no sonrías, atiende" era la tarea más difícil que me habían asignado en la vida; saber que me estaba mirando y no torcer la cabeza para comprobarlo... y como se cumplía, sonreír; sonreír de esa manera que no has sonreído nunca, que te duelan luego los pómulos porque quieres que esa persona note lo feliz que te hace, ¿y tu manera de demostrarlo? mirar y sonreír, parece simple, si lo piensas, lo es, pero el sentimiento que te produce es una de las emociones más complicadas que he sentido para poder explicar.
Y cuando ella sonreía, yo hacía todo lo posible para mantenerme indiferente, pero era difícil, muy difícil. Porque sus ojos eran fascinantes, era como emborracharse en sus ojos color coca-cola, pero emborracharse en el buen sentido; sin resaca.
Yo la miraba, y puedo jurar, que no me quedaban ganas de mirar a nadie más, porque en ese precioso instante, sentía que lo tenía todo. Y es que, va a ser eso verdad, de que los ojos pertenecen a la persona que te los hace brillar.

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